domingo, 8 de mayo de 2022

WARNING: WATCHING FROM A DISTANCE (diciembre de 2006)

 

Escuchando ahora este álbum, después de tantos años y de tantas veces que lo he escuchado después, aún recuerdo con claridad la primera vez. De nuevo me traslado a marzo de 2007, a la oficina que en aquél momento compartía con mi madre, un pequeño despacho en el ensanche de Barcelona. Tres habitaciones llenas de archivos, mesas y estanterías repletas de carpetas y folios. Las paredes estaban amarillentas por el humo de cigarros, tanto mi madre como yo somos adictas a la nicotina. Suspendido en el ambiente, el hollín alquitranado del humo de motores que se colaba por los ventanales que daban a la calle Aragón.

Unos pocos años atrás nos habíamos mudamos a este piso con urgencia, cuando nos subieron el alquiler en el anterior despacho del paseo de San Juan. No tuvimos tiempo casi ni de pintarlo. Lo decoramos sin demasiados lujos, total no era más que un despacho modesto, aunque el suelo de baldosas de cerámica formando mosaicos geométricos le confería cierta elegancia trasnochada, propia de muchos edificios modernistas de la zona.

El despacho principal, que correspondía a mi padre, el más lujosamente decorado, estaba en silencio, cerrado y oscuro. Nos habíamos quedado solas al frente del negocio. Él había fallecido el otoño pasado de un cáncer que llegó sin previo aviso, de manera fulminante y nos lo había arrebatado en apenas dos meses.

La vida había dado un nuevo giro, otra vez. Desde el nacimiento de mi hija en 2003, nada había vuelto a ser igual. Llevaba años luchando contra una especie de depresión post parto que quizá sea necesaria describir, sin adentrarme mucho, para entender por qué este álbum forma parte de mi ser como si fuera yo misma: en mi interior se debatía el terror irracional de poder hacer daño a mi hija con el inmenso amor que sentía por ella. Eran este amor y el miedo a fallarle a ella, de hacerle daño en algún momento, los que me habían hecho caer en una obsesión malsana que me confundía, agotaba y horrorizaba. Aunque el psicólogo me había ayudado a superar la ansiedad que me provocaba el miedo, la raíz de todo seguía allí, alimentándose de mí con perseverancia pero sin hacer ruido. Me había acostumbrado a mi obsesión, pero eso no hacía que me olvidara de ella, al contrario, era como un enemigo al cual acabas conociendo y atacas con menor pasión pero al que mantienes en constante vigilancia.

Aquél día era uno de tantos en la oficina. Tras la muerte de mi padre, yo había asumido la tarea de llevar el departamento de fiscal y contabilidad. No recuerdo los detalles con exactitud, pero supongo que estaba pasando facturas, cuadrando balances y cosas por el estilo. Tarea bastante rutinaria y sin demasiada necesidad de concentración. Durante esos trabajos anodinos solía escuchar música y aquella vez había leído, en un foro, que el álbum, protagonista de esta reseña, era una maravilla. Por lo normal si un álbum era alabado en el foro era señal de, o bien algo grande, o bien algo que a mí no me iba a gustar en absoluto, por lo que no sabía muy bien qué esperar.

El género musical del álbum es doom metal. El doom es un subgénero del metal que se caracteriza por ritmos lentos y atmósferas densas y oscuras, incluso fúnebres, generalmente de sonoridad grave y melancólica, bajos protagónicos, disonancias, tritonos y acordes mayores y menores que se suelen repetir machaconamente, pero no importa, no voy a describir técnicamente este tipo de género, primero porque de música sé lo justo, segundo porque la música, como todas las artes requiere de técnica, pero sobre todo requiere de sentimiento y de algo mucho más difícil de definir que podríamos denominar ALMA y, tercero, porque este álbum en concreto, no serviría como ejemplo de lo que es el doom, ya que lo destroza, lo traspasa y lo redefine, la etiqueta se le queda muy, muy corta. Lo que sí tiene este álbum, como la gran mayoría de los trabajos musicales que han hecho grande al doom, es que rezuma alma por cada nota de su piel. (N. de la A. Si queréis saber cómo se inició el doom metal, para haceros una idea de lo que es el género, os invito a escuchar el tema Black Sabbath de Black Sabbath)

Y ahí estaba yo, cuadrando balances, sumida en apatía, evitando sentir demasiado, intentando adormecer mi miedo, evadiendo el dar alas al dolor por la pérdida de mi padre, negándome el derecho a demostrar que me sentía hundida, porque jamás he querido ser una persona débil, porque odio reconocer que en el fondo soy tan débil como cualquiera y que está bien, que no pasa nada por ser imperfecta, que lo imperfecto es hermoso. Y acciono el interruptor, suenan los primeras notas de Watching from a Distance y no me quedó más remedio que reconocer que la gente del foro tenía razón, que este álbum es hermoso en todos los sentidos, tan hermoso que durante gran parte de los casi cincuenta minutos que dura el álbum no pude evitar sentir el corazón encogido y los ojos húmedos por la emoción.

Aquella primera vez tuve la misma sensación que, cuando de niña, me miré en un espejo y descubrí que existía, que lo que había al otro lado del espejo no era un ser extraño, sino que era yo, mi ser, y me quedé fascinada ante la grandeza de esa certeza. De la misma forma supe, escuchando el álbum, que aquello que sonaba existía y tenía una entidad propia, ajena a mí, pero, al mismo tiempo, supe que, una vez escuchadas sus primeras notas, aquella entidad ya no me iba a ser ajena nunca más, sino que iba a formar parte de mí misma de por vida.

Me gustaría que, si leéis esta reseña, aun sabiendo que muchos no sois particularmente melómanos, y si lo sois, no os sentís atraídos por este tipo de música, como digo, me gustaría que dejarais a parte vuestros prejuicios y ahora escucharais el tema “Footprints”.

Primero cerrad lo ojos y dejaos llevar.



¿Qué tal?

¿La habéis escuchado? ¿Cuántos de vosotros lo han oído entero? ¿Qué os ha parecido?

Si no os la habéis puesto, si no habéis llegado hasta el final, o si la habéis oído pero no habéis sentido nada, ahora os pido que me sigáis leyendo y escuchéis. (N. de la A. Si la canción os ha hablado y vosotros habéis entendido, podéis dejad de leer, porque ahora ya forma parte de vosotros y lo que yo diga en las siguientes líneas no importa.)

Al principio el ritmo y la sutileza de los acordes y desarmonías juegan con vosotros como si fuerais ascuas de una hoguera que empieza a extinguirse. A veces, como ascuas que sois, os negáis a perecer y el aire, hecho música, os obligará a avivaros, pero solo ínfimos segundos, solo para recordaros que, al final, acabaréis por claudicar y os apagaréis transformándoos en cenizas. Entonces, justo cuando estáis a punto de apagar la canción y de dejar de leer, entonces suena la voz de Patrick Walker. Es una voz profundamente imperfecta, aguda, nasal y puede que demasiado trágica, como todo aquello que nos hace humanos, es la voz de cada uno de nosotros, porque todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sentido el dolor de vivir, porque no lo neguemos vivir duele y así debe de ser, de otro modo no tendríamos la certeza de estar viviendo.

Adentraos en esa voz, aunque os suene estridente, impostada. Si podéis leed la letra. ¿Sentís la agonía de este hombre?, ser humano como vosotros que se arrodilla ante la incertidumbre de la vida y la certeza de la muerte. Que suplica luz, que necesita seguridad, sentido, valor para afrontar el vacío de la existencia humana. Patrick, el fuego de este álbum, canta para vivir aun con la sospecha de que no hay nada que justifique la vida.

Patrick es el alma, escribe las letras, es quien da vida a la melodía de la guitarra, es el ser humano que siente a través de las notas. El corazón lo componen el bajo y la percusión. Corazón que late con ritmos lentos y profundos, repetitivos, desacompasados a momentos, como el mismo corazón humano, sosegado y cadencioso por lo general, desbocado y  arrítmico de repente, excitado por las  emociones pasajeras del alma. El corazón se somete a los vaivenes del ser perdido que vibra con pasiones y desconsuelos, que busca o se ilusiona, que llora la pérdida, que se desgarra por vivir.

La mente son las letras. Recomiendo leerlas como si de un poemario se tratara a pesar de que Patrick Walker no estaría de acuerdo. (N. de la A. Patrick Walker sobre su manera de escribir: “I’ve always felt that song lyrics should be heard, not read, and that’s through personal experience as well.” “I care a great deal about the sound of the words, perhaps as much as I do about their meaning”. An Interview with Patrick Walker of 40 Watt Sun - MachineMusic.Net. 08 de agosto de 2019)

Warning son ingleses, de Essex para más señas, por lo que Patrick escribe en inglés. Él ama la escritura, en una entrevista confiesa que se inició en ella con escritura creativa. Escoge cuidadosamente las palabras que escribe, para él es importante la sonoridad de esas palabras, las frases deben tener musicalidad, el sentido es secundario, pero no por ello menos importante, sabe lo que quiere decir y cómo quiere decirlo. Su lírica se caracteriza por un romanticismo trágico y una búsqueda constante del ser. Generalmente escribe en primera persona. Sus letras implican a alguien más, no queda claro si le habla a una persona amada o a sí mismo. Cada una de las canciones del álbum son cartas íntimas dirigidas a alguien que se ha alejado de él emocionalmente. Son poemas introspectivos en donde Patrick se desnuda, se quita la coraza y pone al descubierto su alma. Busca comprender al otro al mismo tiempo que esa búsqueda le lleva a entenderse a sí mismo. Quererse a uno mismo al tiempo en que se ama a otro ser, perdonarse y perdonar, reconocer que somos frágiles, es tremendamente complicado y de eso trata este álbum.

Este disco es un ser humano que respira, que llora y necesita comprensión, que aprende de las experiencias vividas, que añora y que se enamora, que muere y revive en cada nota, que ríe, que acaricia y acompaña, en definitiva que vive, excesivo, egocéntrico y en ocasiones, pocas, monótono, como el ser humano, porque lo único que nos queda si no nos aceptamos a nosotros, seres imperfectos, es la nada.

Y así es, cada vez que escucho este álbum siento lo mismo que sentí en el despacho desleído en mi memoria, que por más que duela, que por más que la vida nos traiga felicidad o nos la arrebate, todo, incluso los periodos de monotonía, todo es pasajero pero nos pertenece, que lo que de verdad hace que el corazón se mueva es el alma y que todo aquello que nos aceleró alguna vez pero no recordamos, no importa, porque las cenizas que se lleva el viento son los momentos en los que no hemos tenido la certeza de estar viviendo.

Y ahora, si habéis llegado hasta aquí, escuchad Echoes mientras leéis la letra y entenderéis por qué os he contado cómo me sentía en el momento en que llegó este álbum a mi vida y por qué lo elegí para alimentar mi alma.


Créditos:

Bajo – Marcus Hatfield

Batería – Stuart Springthorpe*

Música, letras, guitarra, voz – Patrick Walker

Poducido por Michael Hahn y Patrick Walker

Discográfica: Miskatonic Foundation

Arte de portada – Matt Mahurin (Enchanted World: Tales of Terror (Time-Life Books, 1987))

 

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