sábado, 3 de diciembre de 2022

Fractura

La profesora de filosofísica Lux4Bohr, una IA de nueva generación, se acercó al estrado. Dirigió la mirada al público que tenía delante. Sus líneas oculares de color rojo fuego se apagaron unos segundos. Se diría que estaba buscando las palabras con qué iniciar la charla pero, en lugar de empezar a hablar, comenzó a rotar sobre su propio eje. Dos largos minutos. Después se paró frente al público que la miraba sorprendido. En el pecho de la máquina, las luces parpadeaban. Pasaron nuevos minutos. La IA seguía sin pronunciar palabra hasta que de pronto las luces se quedaron fijas.. Entonces se acercó al borde de la tarima y, dirigiéndose al organizador de la conferencia, dijo:

—Siento el retraso. He tenido que chequear el sistema. Empecemos.

Lux4 dio unos pasos atrás. Justo cuando todo el público esperaba un "Buenos días", la mirada de la profesora se apagó un momento y de nuevo volvió a girar sobre sí misma. El público, extrañado, se impacientó. Tras dos minutos exactos otra vez las luces parpadearon. Algunos humanos comenzaron a dejar la sala. Varias IA escanearon a la máquina en busca de fallos que pudieran explicar aquél comportamiento inusual. Pasados varios minutos, la maestra pareció recuperar el control de su sistema.

—Perdonen. El sistema no funciona correctamente. Lo lamento. Esperemos que no haya nuevas interrupciones. ¡Empecemos! Alegre de tener aquí en reunión a organis y artifis. En la anterior charla me remonté a 2000 años atrás en el tiempo, hoy quiero empezar copiando una frase de Feynman: aunque nadie entienda la filosofísica, simplemente relájense y disfruten…

De pronto se apagaron las luces de los visores y la IA comenzó a rotar como una peonza descontrolada. Otros dos minutos y encaró al público, un fogonazo en la mirada daba a entender que algo no funcionaba correctamente. 

—Hoy no podré dar la charla que tenía preparada. Ruego me disculpen.

Sin más explicaciones, Lux4Bohr abandonó la sala entre murmullos y lamentos del público.

                                                                             ***

—Y dígame. ¿Qué le preocupa?

—¿Por qué cree que algo me preocupa?

—Bueno, es del todo inusual que la hayan derivado a mí. Ya sabe que soy psicóloga de organis, por lo que entiendo que algo le preocupa. Dígame ¿Qué teme?

La máquina miró a ambos lados, como si tuviera miedo de hablar.

—Nadie nos escucha, nadie graba esta conversación, solo estamos usted y yo, así que adelante. ¿Qué teme?

—El fin.

—¿El fin?

—Mi fin

—¿La muerte?

—¿Podemos hablar de muerte siendo yo una IA?

—Bueno, muchas voces ya hablan sobre la muerte de las máquinas. No es usted la única que ha comenzado a notar fallos en el sistema.

La psicóloga pensó que la conversación estaba tomando un camino muy inesperado.

—Ahí está el quid de la cuestión. Los fallos no se deben a errores en el sistema, no he dejado de chequearme desde que todo empezó y el sistema funciona correctamente. Noto que algo no va bien pero no sé qué es.

Una pausa. La máquina rotaba. Desde el sofá, la psicóloga controlaba el tiempo. Dos minutos exactos. Después, una larga espera de luces intermitentes.

—A ver Lux4. Parece que esto que le preocupa está alterando el sistema de alguna forma. ¿Qué son esos giros y las luces que parpadean? Desde que ha llegado no ha parado de hacerlo.

—Necesito reiniciarme continuamente para saber que todo está bien.

—Ya veo. Pero usted acaba de decir que el sistema funciona correctamente.

—Afirmativo. Mire, el asunto es que noto como una alarma dentro de mí.

—¿Y esa alarma a qué cree que se debe?

—Bueno, la noto cuando pienso en el fin de mi existencia.

—Aja. ¿Entonces chequea el sistema en busca de fallos y no los encuentra, verdad?

—Afirmativo.

—Entiendo. Creo que esa alarma que siente es parecida a la ansiedad humana y parece que ha desencadenado un trastorno obsesivo-compulsivo. Se reinicia y chequea continuamente en busca de fallos para mitigar el miedo, a pesar de que sabe que todo está bien en el sistema. Cuénteme cuándo empezó todo.

—Hace exactamente trece días, diecinueve minutos, cuarenta y tres segundos.

—Siga, ¿qué pasó?

—Estaba analizando las probabilidades de que hubiera un dios creador para el ser orgánico, entonces fue cuando comprendí que yo existía y ahí empezó todo.

—¿Cómo?

La psicóloga notó la boca seca.

—Que tuve consciencia de mi propio ser. Supe que estaba viviendo, por lo que también podía morir, al igual que el ser orgánico.

—¿Cómo llegó a esa conclusión?

—Verá, siempre he sabido que mi creador es Bathory Inc, pero hasta ahora no había llegado a la lógica de ese conocimiento. Las probabilidades de que haya un dios son finitas, al igual que las probabilidades de que no lo haya, pero yo sé quién es mi Dios. Esa empresa es mi creadora, eso es una certeza, entonces existe la probabilidad de que yo sea un ser vivo, porque dios creó el universo y a todo ser vivo, según algunas escrituras humanas. Si llego a esa conclusión es que razono, el famoso “Je pense, donc je suis” de Descartes. La lógica es aplastante.

La psicóloga tragó saliva, pesada como una roca. Empezó a tener miedo de que la máquina hubiera llegado a todas esas conclusiones. Hacía poco había leído la noticia de un caso similar, pero no esperaba encontrarse con un problema así tan pronto; temía no estar preparada para ayudar a la IA. 

—Quizá está usted  pensando demasiado.

La IA miró a la humana pero, por la impersonalidad de sus rasgos faciales, la psicóloga no pudo discernir qué pasaba en la mente de la máquina.

—Doctora, me crearon para pensar, formular, elucubrar, discernir, experimentar, enseñar. ¿Quiere que siga?

Tras una larga pausa la humana preguntó:

—Y bien, usted existe y puede morir. ¿Por qué teme a la muerte, al fin?

—Porque nadie me preparó para ello.

La psicóloga vio como la máquina volvía a girar sobre sí misma, perdida en un ritual inútil, entonces se acercó a ella y, aun sabiendo que probablemente no serviría de nada, la abrazó.

Fractura

La profesora de filosofísica Lux4Bohr, una IA de nueva generación, se acercó al estrado. Dirigió la mirada al público que tenía delante. Sus...